domingo, 20 de mayo de 2012

Noche Carmesí

Seguía corriendo por aquel oscuro y frondoso bosque. Cada hilera de árboles formaba parte de un enorme laberinto que no parecía tener fin. Exhausto, opté por descansar escondido detrás del tronco de un árbol, lo bastante grande como para cubrir todo mi cuerpo. Aquello que me perseguía, debió haber perdido mi rastro, pues hacía bastante tiempo que no escuchaba sus acelerados pasos.
Aquello me tranquilizó. Nunca me había adentrado tanto en el bosque, así que no sabía dónde me encontraba. Saqué el móvil del bolsillo, miré la hora: las doce y media. Era tarde, debía estar en casa. De repente, un sonido me notificó que la batería estaba al límite, y para colmo no tenía cobertura para llamar. Me desesperaba por momentos. ¿Por qué me estaba pasando esto? ¿Po qué me perseguían? ¿Sería una broma de algún amigo? Si era así, era una broma de muy mal gusto. Empezaba a refrescar, pero no llevaba chaqueta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la planta de los pies hasta la altura de las cejas. No era de frío, un presentimiento me avisaba de que aquí no estaba seguro. Mi mente decía que los más lógico sería esperar a que amaneciera, así, podría tener más campo de visión y vislumbrar alguna posible salida, pero mi corazón decía lo contrario: debía huir de allí. Mientras mi cuerpo se debatía entre la espera o la huida, un crujir de hojas me saco de tal trance, y mi mirada se dirijió hacía el lugar de donde provenía el sonido. Me quedé paralizado. Los pasos avanzaban lentamente hacia mí, cada vez eran más intensos; el frío se apoderaba de mi cuerpo. Una figura alta, de unos dos metros y medio, encorbada, de largos brazos, grandes y puntiagudas manos, y enormes pies, se posó ante mi. No conseguí ver su cara, pero tampoco me quedaría mucho tiempo para descubrirla. Escuchaba su respiración, lenta y profunda. No lo pensé dos veces: aquello, fuera lo que fuese, no me cogería sin antes haber intentado vivir un poco más. No sabía dónde iba, tampoco me importaba. Aquello seguía detrás de mí; cada tres zancadas mías, eran un paso suyo. Pronto me alcanzaría, aunque no parecía dispuesto a atraparme. No me pararía a preguntarle. De repente, todo se volvió oscuro, solo sentía un profundo dolor en la cabeza. Me desmayé.

Cuando desperté, todo seguía igual que antes del desmayo. Saqué de nuevo mi móvil para ver la hora, pero éste se había apagado. Me arrastré hacia el árbol más cercano, me incorporé y apollé mi espalda contra su tronco. Decidí descansar un poco, pues aún me dolía la cabeza. Me dió tiempo para reflexionar, y me di cuenta de un pequeño detalle: hoy habia luna llena. En toda la noche no me había fijado de lo preciosa que estaba la luna, allí en el cielo, rodeada de algunas nubes carmesí que intentaban ocultar su belleza. Estaba más cerca de nuestro planeta de lo normal, y esas nubes no eran normales, pero hacian unas vistas tan espectaculares, que decidí no darle más vueltas. Una voz grave y profunda habló desde otro árbol.

-¿Estás mejor muchacho? Menudo porrazo te has metido.-Preguntó.
Instantáneamente me giré. Allí estaba, apollado en el árbol con sus grandes garras cruzadas. No lo pensé dos veces: eche a correr.

-¿Otra vez muchacho?

Esta vez no tuve tanta suerte, aquello me cogió de un zarpazo y me echo al suelo. Mi fin estaba cerca.

-¿Qué eres? ¿Por qué me sigues? ¿Qué te he hecho yo?- Pregunté desesperado, esperando un poco de clemencia por aquel ser.

-Haces demasiadas preguntas.-Espetó- Peró tienes derecho a saber sus respuestas.

Acto seguido, avanzó despacio hacia un claro cercano, donde la luna lo iluminaba. Cuando llegó, pude vislumbrar a aquella figura perfectamente, y lo que ví me horrorizó. Seguía con sus dos metros y medio de alto, encorbado, de largos brazos y grandes manos y enormes pies. Pero ahora, se detallaban más sus rasgos: no era una persona, no era un animal, era una mezcla de ambos. Tenía un pelaje grisáceo que brillaba a la luz de la luna, las grandes manos, resultaron ser grandes garras,y los pies patas. Su hocico dejaba asomar por debajo unos grandes colmillos, y sus ojos, eran de amarillo intenso. El lobo se sentó en el claro, y un profundo aullido rompió el silencio.

-¿E-Eres un lobo?- Pregunté temeroso.

-Más o menos. Soy un Hombre lobo.

-Perfecto, voy a ser asesinado por un hombre lobo.

-¿Asesinado? ¿De dónde te sacas semejante estupidez?- Preguntó extrañado.

-Es lo que haceis ¿no?, matais para sobrevivir.

-Te estás confundiendo conmigo muchacho, no como humanos, ellos sí.- Afirmó ofendido el hombre lobo.

-¿Entonces por qué me perseguías?- Pregunté irritado.-Espera, ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

-Para protegerte, claro. Ellos són los que querrán comerte. ¿Cómo has llegado hasta aquí?-Preguntó.

-Bueno, venía por la carretera que comunica los dos lados del pueblo, cuando noté que alguien me seguía. Pensé que serian imaginaciones mias pero, pronto escuché pasos detrás de mí y solo se me ocurrió meterme aquí.- Expliqué.- ¿No serias tú quién me perseguia, verdad?

-Empecé a seguirte la primera vez que te paraste. Aquello que viste, era yo. Te he seguido hasta aquí, como ya te he dicho, para protegerte. Debo sacarte de aquí con vida, antes de que ellos te encuentren.- El licántropo hizo una señal para que no le interrumpiese. Sabia lo que iba a preguntar. Prosiguió.- Ellos, también son hombres lobo, pero diferentes a mi gente. Ellos comen humanos. Nosotros, nos alimentamos de animales. Mi gente vive en las montañas alejada de la civilización, pero ellos viven en los bosques que rodean el pueblo. Antaño, nuestras gentes proclamaron una ley que prohibia a unos y a otros, entrar en territorio ajeno. En caso de hacerlo, los intrusos morirán a manos del otro.-Hizó una pausa y continuó.- Volviendo a lo de antes, esta noche es muy especial, como ves, el cielo se tiñe de rojo. Nosotros la llamamos la Noche Carmesí.

-¿Y por qué es tan especial?- Pregunté temiendo la respuesta.

- Esta noche es tan especial porque los licántropos del bosque atacan en manada con una fiereza descomunal. El efecto que provoca la luna sobre ellos es sobrenatural, y nosotros tenemos el dever de evitar que los humanos entren en el bosque. No nos está permitido entrar en el bosque así que no siempre podemos evitar que acabeis aquí.

-Entonces, si no se os está permitido entrar aquí, ¿Por qué has venido?- Pregunté con curiosidad.

- La verdad, no lo sé. Pero debo sacarte de aquí. Vamos.

Era extraño, pero algo me decía que debía hacerle caso, así que lo seguí. Anduvimos durante más de media hora, estaba agotado, pero debia aguantar; él era mi única esperanza de escapar con vida. Algo maravilloso ocurrió: podía visualizar la carretera a varios metros. Me alegré mucho, pues necesitaba volver a casa, sano y salvo. Cada vez estábamos más cerca, pero decidió seguir otro camino. Confuso, le pregunté por qué lo hizo, a lo cual contestó que era más seguro, ellos podian estar esperándonos. Estuve de acuerdo con el así que seguimos caminando hasta llegar a una explanada.

Nos paramos en seco. No entendí por qué, pero no quise preguntar. El hombre lobo, parecía agitado, nervioso, no paraba de moverse de un lado a otro y olfateaba todo a su paso. La poca luz que entraba, me permitió ver en su rostro una expresión de terror. Más tarde, entendí por qué. De entre los árboles, unas figuras semejantes a él, salieron pausadamente y gruñendo. Eran de color azabache, y sus ojos, rojos como el fuego. En la parte izquierda, a pocos metros estaba la salida, pero la cortaba una de aquellas bestias. Una de ellas se acerco a nosotros, era algo más grande que los demás y su pelaje estaba erizado.

-Vaya, vaya, vaya. ¿Qué te trae por mis tierras?- Preguntó con desdén.

-No voy a andarme con rodeos, deja marchar al chico.- Propuso con rotundidad.

-¿Me estás diciendo que deje a mis chicos sin comer? Llevan semanas sin comer, como comprenderás no puedo dejar pasar una oportunidad así. -Afirmó la bestia.

-Comedme a mí.
-¡Vaya! Un licántropo, dando la vida por un humano. ¡Cómo sois los de montaña!-Dijó el licántropo entre risas.-Es una gran oferta. Pero no tienes el mismo sabor que los humanos. Pero, en fin, alimentarás más a mis chicos.-Continuó el hombre lobo.-¡¡Cogédle!!

Las bestias se avalanzaron sobre él, y solo pude escapar, era lo que debía hacer. Por una vez hice caso a mi mente. Corría por la carretera sin mirar atrás, escuchaba los aullidos desgarradores de licántropo, y los mordiscos y zarpazos de las bestias. ¿Hice bien en irme? ¿Debía haberme quedado a luchar? De todos modos, ya era tarde.


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