viernes, 15 de febrero de 2013

Rapsodious - Capítulo 1

                                                                      Capítulo 1
Mamá trae la comida a la mesa, unas deliciosas hamburguesas con queso que ella misma ha preparado. Jake coge una y le pega un mordisco. Al instante, la escupe y saca la lengua abanicándosela con la mano. Estaba tan hambriento que no se ha preocupado por la temperatura de la comida. Mientras papá se ríe levantando la vista por encima del periódico, mamá riñe a Jake por no esperarse; yo como siempre, me encuentro indiferente. No es que no me haya hecho gracia, simplemente no me gusta exteriorizar mis emociones.
Ahora Jake está aprendiendo a montar en bici, lleva el último modelo de bicicletas que papá ha sido capaz de regalarle por su cumpleaños. Unas bandas amarillas le dan la vuelta al manillar de hierro, y el sillín es tan mullido que parece que flotes. Da varios bandazos antes de pillarle el truco a ese cacharro de dos ruedas. Recuerdo que yo tardé semanas en aprender, y sin embargo él, lo ha hecho en varias horas. Siempre he sabido que tendría un gran talento para el aprendizaje. Pero por desgracia, ahora, ya no es posible.
Miles de recuerdos sobre mi hermano aparecen transformados en preciosos sueños dentro de mi cabeza. No quiero despertar. No me atrevo a despertar. Pero un rayo luminoso y acusador, me da los buenos días. Aparece a través de una de las ventanas más cercanas al armario, dato que desconocía anoche. Solo conseguí ver una a lo lejos, y después, todo fue un caos. La sangre se esparce por todos lados. Está claro que ese ser no era un humano, tal cantidad de sangre no se puede retener en una sola persona. Pero ahora, con la luz del sol, puedo ver con claridad lo que es. Dentro del enorme charco de sangre seca, hay un hombre, o lo que queda de él, mitad araña tendido. Su simple presencia me estremece. Tiene media cara arrancada, y deja ver el cráneo. Es un cráneo humano. Las venas vacías de su cuello, largo y grueso, se marcan fuertemente por toda la piel. Los brazos terminan en unos dedos extremadamente largos, se pueden notar aún las marcas de cirugía en ellos, y las uñas son más propias de un animal. Pese al horror que me produce, no puedo parar de mirarlo, intentando descubrir quien ha sido capaz de crear una aberración como esta.
Intento apoyar las manos en el suelo, pero un fuerte dolor recorre todo mi brazo derecho. Me siento, y acerco mi mano a la cara. Puedo ver con claridad la sangre seca que forma una especie de costra alrededor de dos profundos puntos negros. Anoche no pensé que fuera tanto, y no le dí mayor importancia, no tenía tiempo de atender mi herida. Quizás debería vendarla, así amortiguaría un poco el dolor. No será mucho, pero algo, es algo. Aprieto los dientes y me levanto. Hecho un vistazo a lo que queda de habitación dando una lenta vuelta sobre mi mismo, quiero fijarme en cada detalle de la sala. Un sofá violeta rajado por la mitad en la pared de mi derecha. Detrás de este,  una cómoda,  con varios cajones rotos; y varios cuadros mal colocados, por ambas paredes. Aparte, hay marcas de uñas que levantan todo el papel de flores que adorna la estancia en los cuatro muros. Y la puerta. La puerta que nunca debí abrir. La puerta que me llevó al desastre, se encuentra enfrente de mí; con su pomo dorado oxidado, que se mantiene inmóvil testigo mudo de cada momento en esta sala. A mi espalda, la enorme estructura de madera que forma el armario alberga el mayor tesoro que ha podido serme arrebatado. Me giro e intento llegar hasta él,  pero soy incapaz. Empiezo a notar que me cuesta respirar, el corazón me va a estallar. Retrocedo hasta la puerta e intento calmarme; la ansiedad que siento es cada vez mayor. Me gustaría poder salir volando por la ventana como un pájaro, olvidarme de todo lo que ha pasado aquí y ser feliz. Pero no puede ser. Ahora mismo eso es un sueño que se me escapa de entre los dedos, como si de humo se tratase. Me dirijo a la ventana más cercana para tomar un poco de aire,y evito acercarme demasiado al armario. No estoy preparado para ver tal cosa como esa. Siento que he fracasado como hermano, no he sido capaz de proteger lo único que me quedaba. Me siento impotente mirando la pequeña parcela de jardin al otro lado de la ventana. De un color más bien otoñal, poco cuidado. Hace tiempo que nadie vive en esta casa. Hace tiempo que nadie vive en estas calles. Los pinchazos en la mano me hacen volver a la realidad, y le echo otro vistazo. La herida no tiene buena pinta, así que lo mejor será tratarla cuanto antes; aunque quizás sea un poco tarde para eso. Creo que aquí no encontraré nada útil para mi mano. Abandono la sala por la única puerta que hay, y me dispongo a explorar la casa.

La casa parece más grande de lo que esperaba, y me parecía más fácil recorrerla anoche a tientas, que ahora a plena luz. Las habitaciones están situadas de manera casi perfecta. Cada habitación parece medir lo mismo, y puedes llegar a cada sala sin problemas, ya que todas están comunicadas entre si. Y entonces caigo en la cuenta de una cosa: anoche estuvimos recorriendo las mismas salas una y otra vez. Por eso tardamos tanto. Por eso cuando llegamos a la sala a oscuras tuve que parar. Mi subconsciente me decía por donde tenía que ir, por eso me choqué las primeras veces, pero después fui capaz de continuar sin tropezar, porque de alguna manera ya sabía lo que había ahí. Y cuando llegué a la nueva sala, mi cerebro tuvo que dar un vuelco y volver a la normalidad. Me siento estúpido, pero aún así, tiene su punto de gracia.
Después de pasar por dos habitaciones, y un salón más grande que la sala del armario, encuentro el baño. Abro la puerta despacio, y asomo la cabeza en busca de rastro enemigo. Todo parece normal. entro y la cierro a conciencia. Para ser un baño, es bastante grande.En la pared de enfrente, en el centro, está la pila y además, tiene varios armaritos repartidos en la pared; y un gran espejo en medio de éstos. Una fina capa de polvo cubre el espejo. A mi derecha tengo el retrete, bastante sucio, por cierto; solo con mirarlo me entrar arcadas, no quiero ni imaginar como olerá. Y a mi izquierda, hay una gran cortina, que seguramente esconderá una bañera. alargo el brazo y corro la cortina despacio, no se que me puedo encontrar ahí dentro. Asomo la cabeza y lo primero que veo es una enorme mata de pelo embozada en el desagüe. Recorro la bañera con la mirada y una enorme capa de suciedad y moho cubre casi todo el mármol. 

Abro los armaritos, y al final encuentro un paquete de algodón por la mitad y un pequeño rollo de venda. Abro el grifo varias veces para limpiarme la herida, pero el agua no cae. Le pego un golpe al grifo, con la mano abierta, pero solo sirve para que me haga más daño en la palma ensangrentada. Empiezo a desesperarme. Ya no solo por no poder limpiar la herida, necesito el agua para no morir de deshidratación. Me resigno, y me apoyo en el lavabo. Saco el algodón, y lo extiendo en una gruesa capa sobre los pinchazos. Después vendo la mano lo suficientemente fuerte para que se cure, pero para que no me corte la circulación. Me giro de cara al espejo, y paso ligeramente la mano por la superficie reflectante, retirando el polvo. Me sacudo la mano en el pantalón, y me observo durante unos instantes en el espejo. Mi piel blanca se ve estropeada por varias manchas de sangre que atraviesan toda mi cara. Además, tengo los labios muy secos, y  el verde claro de mis ojos, ya no brilla como antes. Tengo el pelo grasiento y sucio, necesito una ducha urgente. Aparto enseguida la vista del espejo, y salgo de la habitación. Recorro de nuevo toda la casa en busca de algún rincón inhóspito, algún hueco que aún no he explorado. 

 Llego al comedor, un enorme cuarto iluminado por dos grandes ventanales. Me acerco  a la mesa, de madera de caoba con relieves de flores en los bordes. La gente que vivía aquí debía tener mucho dinero, pues es muy difícil para una familia de clase media-alta permitirse un lujo como este. A su derecha, hay una enorme vitrina con varios estantes que sujetan la vajilla. Platos de porcelana, cubiertos de plata, y unos elegantes vasos de cristal. Abro una de las puertas cuidadosamente, y meto la mano para sacar uno de los cuchillos. Pesa. Se nota que es de calidad. Cierro la vitrina, y agarro fuertemente el cuchillo con la mano izquierda. En un impulso, clavo el cuchillo en la mesa. Lo miro durante varios segundos y suelto un risilla. En la otra parte del salón solo hay dos armarios custodiando una enorme tele de plasma. No puedo evitar emitir un sonido de asco. En nuestra casa solo teníamos una vieja televisión de mi abuelo que, a veces, ni siquiera funcionaba.

 Me dirijo a uno de los armarios y lo abro. Vacío. Reviso todos los cajones también. Vacíos. Alguien ha saqueado esta casa ya. Me dirijo al otro armario y rebusco por todos los cajones hasta dar con un objeto de color negro. Es el mando de la televisión. Le quito la tapa que protege las pilas y veo que están ahí. Retrocedo unos cuantos pasos y dirijo el mando hacia el televisor. Presiono varias veces el botón de encendido, pero nada. No funciona. Quizás algún cable esté suelto y no emita la imagen. En efecto. Cuando me acerco a él, diviso que un pequeño cable está colgando de su clavija correspondiente. Lo conecto y reviso que lo demás esté en orden. Ahora sí, al presionar el botón de nuevo un pantallazo de luz blanca me confirma que se ha enchufado. En la esquina superior izquierda, un cartel de color blanco me informa de que estoy en el canal catorce, pero solo soy capaz de ver letrero que pone "Sin Señal" rebotando de un lado a otro de la pantalla. Dejo el mando donde estaba y salgo por la puerta. Camino hasta llegar a la habitación del armario.
Me paseo tranquilamente por la estancia, observando muy de cerca los rastros de sangre. Quizás alguno pueda darme alguna pista, pero todos van en diferentes direcciones, y sería casi imposible descubrir la correcta. Muchas están presentes en el techo. Genial. A parte de ser un bicho aterrador, también sabe trepar por las paredes. De todos modos, está muerto. Pero quién sabe cuántos más de esos habrán repartidos por la ciudad, quizás por el mundo. Es una información que se escapa de mi competencia, pero tampoco es que le de prioridad en este momento. Me desplazo hasta el sofá y me siento, repasando cada detalle de todo lo ocurrido anoche. La huida, la ventana abierta, la pelea y por último la muerte de Jake. Lo ideal seria empezar a estudiar nuestra fuga, pero aún sin poder entender porqué, no consigo recordarlo. Así que sacudo la cabeza, y pasó al siguiente punto: la ventana. Lo único que se es que en un principio estaba cerrada y que después sin razón aparente se abrió. Me estrujo los sesos pensando en posibles razones para este enigma y llego a estas posibles soluciones: o la abrió él, para distraerme; o fue casualidad; o alguien la abrió desde fuera. Ninguna es lo suficientemente estable para que pueda decantarme por alguna. De todos modos, esa bestia era lo suficientemente grande como para no poder pasar por una ventana de tales dimensiones. Lo que me lleva a que había alguien más con él, alguien que pudo haber entrado en la casa también; me pone los pelos de punta pensar que hay alguien merodeando por la casa mientras yo sigo aquí, sentado, ordenando mis ideas. La pelea fue bastante traumática como para recordarla de nuevo, y la muerte de Jake aún más; y me doy cuenta de que no he sacado nada en claro, bueno, sí, que seguramente no esté solo aquí. Golpeo el brazo del sofá con fuerza, y mi recompensa es otra tanda de pinchazos en mi mano. Tengo que aprender a usar la otra mano, a este paso no se curará nunca. Bufo.

Necesito distraerme con algo, ocupar mi mente en alguna actividad antes de volver a mi trabajo de investigación. Así que me recorro la sala de nuevo en busca de algo que hacer. Algo me llama la atención. Me acerco a la pared y veo como la mayoría de cuadros forman parte de un mismo paisaje. La curiosidad me mata, y decido inspeccionar todos los cuadros. La panorámica que forman todas las pinturas, es como una carretera de arena. Sin asfaltar. En todos, la acción se desarrolla en este camino, pero en cada uno muestra una escena diferente. Siendo así una historieta. Pero falta un trozo. Razono por lo que veo en las pinturas que las escenas narran la historia de un chico que camina por el sendero. En cada tramo, se enfrenta diversos peligros, siguiendo el siguiente orden: una jauría de perros, una bandada de pájaros, un león, un cocodrilo, y el penúltimo cuadro no está. Solo queda la marca de éste, impresa en la pared, por el paso de los años. Pero no le presto mucha atención, porque el que verdaderamente me tiene cautivado es el último. El chico yace muerto en suelo al principio de la escena, un pequeño charco de sangre lo rodea; y al final del cuadro, lo único que se puede ver es un pequeño tren de juguete tirado por la mano de un niño.
Tengo el vello de punta. ¿Qué mente tan perversa y retorcida ha sido capaz de pintar éstos cuadros? Aunque la pregunta real es qué clase de personas vivían aquí como para colgar estos cuadros. Todo tiene muy poco sentido en esta casa. Es como una especie de casa de los horrores pero a lo grande. Temo encontrarme con cosas peores, y a estas alturas, dudo que pueda enfrentarlas. El lienzo es incoherente, pero a la vez aterrador. Aunque me produce bastantes escalofríos, no puedo apartar la vista de él. Tiene algo que me mantiene hipnotizado. Después de varios minutos, consigo parpadear, y volver en mí. Pero no ha sido por voluntad propia haberlo conseguido. A lo lejos, a varias habitaciones de aquí, escucho voces. Voces entrecortadas. Cada poco tiempo se escucha un silencio, pero al instante vuelvo a escucharlas. Salgo por la puerta para oír más claramente lo que dicen. De frente al salón, el sonido se hace más vivaz. Le echo valor y entro, y para mi sorpresa, no hay nadie más dentro. Cada vez me siento más perdido. Pero eso dura poco. El televisor. Era él quien reproducía las voces. Cojo el mando y subo el volumen.

-La situación se ha hecho insostenible, no podemos aguantar más la opresión de los...-


Noto que el cadáver del monstruo parece descomponerse más rápido de lo normal, ya que un hedor bastante fuerte me llega desde hace bastante tiempo. No voy a ser capaz de levantarlo yo solo y sacarlo fuera de aquí, así que decido que lo mejor va a ser largarse de aquí cuanto antes. Ya no me queda nada que me mantenga ligado a está casa, así que salgo por la puerta, hecho un último vistazo a la sala y la cierro de golpe.
Repaso la cocina varias veces en busca de comida, no he desayunado y mi estómago ya me está suplicando que lo llene. Solo encuentro unas galletitas saladas y un paquete de jamón caducado. Me como unas cuántas galletas, y dejo el resto para más tarde. Abro el grifo con la esperanza de que salga un poco de agua, pero como imaginaba, no sale ni una gota. Si esto sigue así, no duraré mucho ahí fuera. Tengo que buscar una fuente de agua cuanto antes. Abro la puerta derecha y llego a una habitación. Saqueo los armarios en busca de algo de ropa. Consigo recoger varias chaquetas, un gorro y una pequeña bolsa. Ahí, guardo las galletas. Me pongo una de las chaquetas, y la otra me la ato a la cintura. Me pongo el gorro y busco la salida.
Cuando estoy a unos diez metros de la casa, me doy cuenta de que no tengo ningún arma para defenderme. Si aparece otro tipo así, no tendré ninguna oportunidad contra él. Vuelvo corriendo a la casa, y entro a la cocina. Y ahí están. Puestos de manera milimétrica sobre su soporte de madera. Encima de la encimera de granito hay unos siete u ocho cuchillos colocados perfectamente. Me acerco a ellos y cojo el más grande que hay. Mide unos veinte centímetro, alcanza casi el estatus de machete. Lo agarro fuerte por el mango, y dibujo en el aire varios círculos. Es increíblemente ligero, y sin perder tiempo lo guardo en la mochila. Guardo unos cuantos más y salgo de la estancia. Ahora me dirijo a la habitación del armario. Recuerdo haber dejado una barra de madera clavada en el cuello de un engendro. Con decisión, abro la puerta y me encuentro otra vez de frente contra esa odiosa criatura. Le arranco la vara de madera del cuello, y un débil chorro de sangre estampa el suelo de rojo. Sin poder evitarlo miro de reojo al armario mientras limpio con la manga los clavos que me han destrozado la mano. Jake aún debe estar dentro, tendido en el suelo, inmóvil, sin vida. Una lágrima se escapa de mi ojo sin previo aviso, y la seco rápidamente como si Jake aún estuviese aquí, y tuviese que mantenerme fuerte frente a él. Aunque se que nadie me está mirando.
Odio llorar delante de la gente. Odio llorar en general. Cuando nuestro gato, Branzo, murió atropellado bajo las ruedas de un conductor kamikaze, no pude soltar ni una lagrima. Branzo había estado en nuestra familia desde siempre y Jake le tenía muchísimo afecto. Siempre ha sido un niño muy sensible y empático, por eso, se paso varias semanas sin hablarme. Decía que no podía perdonarme no haber llorado la muerte de ese gato gris asfalto. Después de limpiarlos un poco, me siento en el suelo a descansar. Mis nuevas heridas no paran de indicarme que siguen ahí y que tardaran en irse. Si por lo menos tuviese calmantes, todo esto se me haría más llevadero. Aunque lo prefiero así, tener de mi lado un fármaco de ese calibre no es bueno para mí. Seguramente me quedaría tumbado en cualquier lado viendo como el mundo se distorsiona a causa del medicamento. Si estuviese aquí me sacaría una sonrisa de niño inocente que me permitiría pensar que todo ha pasado, que aún hay esperanza, que podemos vivir. Pero la cruda realidad me golpea una y otra vez sin descanso. Lo único que me alivia un poco es que su muerte fue muy rápida, él seguía dormido y no se enteró de nada. La idea de hacerle un último regalo a mi hermano cobra cada vez más sentido en mi mente. Le haré la despedida que se merece, aunque solo esté yo. Con eso me basta, y creo que a él también. Él murió por mi culpa, es lo menos que puedo hacer. Cavaré un hoyo en el jardín de esta casa, y depositaré su cuerpo, Así por fin descansará en paz.
Me dirijo al armario y me inclinó para recoger el cuerpo de Jake. Paso la yema de los dedos por el fondo del armario, pero solo consigo tocar la fría madera. No hay ni rastro de Jake.

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